lunes, 10 de diciembre de 2007

Los caballeros de la Canasta Redonda

Lee se encontraba bebiendo en la taberna cuando el pequeño Robinson entró. Le saludó mientras dejaba su jarra sobre la mesa. Los ánimos en el reino de Madison Garden no estaban como para fiestas pero, de un salto, Robinson se sentó junto a Lee mientras le saludaba alegremente y le palmeaba la espalda. Parecía estar contento aunque el pueblo pidiese un nuevo rey y ver a Thomas por fin desterrado. Lee sabía perfectamente que a Robinson eso le importaba, pero luchaba por transmitir su positividad a los demás caballeros.

La llegada de Randolph al reino no había supuesto mucho cambio para los caballeros Knicks. Las derrotas en las batallas pesaban y su moral cada vez era más baja. Marbury soñaba con ir a tierras lejanas a buscar fortuna, Crawford y Curry luchaban por no perder su rango y reputación, Richardson intentaba no desanimarse…

Lee y Robinson intentaron olvidarse un poco de los problemas recordando su actuación en la última fiesta de caballeros que organizó el rey de Las Vegas. En un rincón de la taberna empezaron a oírse voces por encima de otras. Ahí se encontraba el siempre impulsivo Balkman, discutiendo y defendiendo el honor de su reino. Sus compañeros le tranquilizaron y le invitaron a sentarse a su mesa y tomar algo.

Poco a poco fueron entrando los demás caballeros Knicks: Marbury, Curry, Richardson, Randolph, Crawford… y uno a uno se fueron sentando en la mesa junto al resto. Recordaron viejas y recientes batallas, victorias y derrotas, y llegaron a la conclusión de que quizá no tenían el mejor rey del mundo, o el más querido por su pueblo, pero que ellos eran Caballeros de la Canasta Redonda y no debían rendirse jamás. Juraron una vez más luchar por su reino y por su pueblo y brindaron por futuras batallas ganadas.

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